Las instrucciones de Swift

Jonathan Swift, Instrucciones a los sirvientes, Clásicos Sextopiso, primera edición, España, 2007, 111 pp.
http://akantilado.com/?p=235
Las instrucciones de Swift
Cuando se me pregunta qué es el ensayo literario me cuesta trabajo recordar alguna definición teórica o de diccionario; pienso, más bien, en el retorcido e ingenioso ensayo que escribió Jonathan Swift (Dublín, 1667-1745): Meditación sobre un palo de escoba. En esta pequeñísima pieza (cuartilla y media) están algunas de las virtudes del género: libertad, humor, ingenio, brevedad y un espíritu proclive a la conversación y a la inspección de las minucias.
¡Vive la bagatelle! era la frase que más le gustaba repetir a Swift. Riguroso inspector de naderías, no extraña que se haya detenido a meditar finamente sobre un palo de escoba. Dice Swift: “A ese palo solitario, que ahora veis yacer sin gloria en ese abandonado rincón, yo lo conocí una vez en estado floreciente en un bosque; estaba lleno de savia, lleno de hojas y lleno de ramas; pero en vano pretende ahora el activo arte del hombre competir con la naturaleza, atando a su tronco sin savia ese marchito manojo de ramitas; ahora es, cuando mucho, el reverso de lo que era, un árbol dado vuelta, con las ramas en la tierra y la raíz en el aire (…)”.
Entre muchas otras habilidades, el escritor irlandés gozó de un talento excepcional para voltear de cabeza los asuntos más serios de la condición humana (Los viajes de Gulliver, 1726) y de la vida cotidiana de su país (Modesta proposición para impedir que los niños de los irlandeses pobres sean una carga para sus progenitores o para su país, 1729), agregando siempre humor o sarcasmo a sus escritos. Según el Dr. Johnson, la dificultad para quienes emprendan el estudio del carácter de Swift residirá en indagar en virtud de qué depravación del intelecto encontraba placer en batir ideas.
Después de Bacon, Swift, Steele y Addison, Hazlitt, Lamb o Wilde, los llamados ensayistas ingleses, el ensayo no volvería a ser igual. La ironía socrática y escéptica, renacentista, de Montaigne, se complementó con la mordacidad casi delictiva de los ingleses. De tal manera que hoy un ensayo sin humor o ironía es legítimamente sospechoso.
Y una prueba de hasta dónde estaba dispuesto a llegar Swift como ensayista son sus divertidas y misantrópicas Instrucciones a los sirvientes (1746), que fueron publicadas un años después de su muerte. Tras varios años de experiencia como sirviente y lacayo de sir William Temple, Swift se dio a la tarea, seguramente, de anotar cada detalle que observó en su trabajo, pues tal cantidad de pequeñeces (centenares) no pueden derivar del “poder de la memoria”, apuntó el Dr. Johnson.
Para Swift, la función de un buen sirviente consistía en perturbar lo menos posible a su amo o señora. Para ello decidió escribir una por una sus instrucciones. Enseguida algunos ejemplos.
Instrucciones a todos los sirvientes en general:
* “Ni se te ocurra mover un dedo para cualquier labor que no sea aquella para la que has sido específicamente contratado”.
* “No acudas hasta que te hayan llamado tres o cuatro veces, pues sólo los perros acuden al primer silbido; y, cuando el amo exclame: “Quién anda ahí”, ningún sirviente está obligado a ir, porque nadie se llama “Quién anda ahí”.
Instrucciones a la cocinera:
* “Nunca envíes a la mesa el muslo de un ave mientras haya un perro o un gato en la casa a los que se pueda acusar de haber huido con él. Si no hay ni uno ni otro, debes culpar a las ratas o a un extraño galgo”.
* “No limpies los asadores después de utilizarlos, pues la grasa que la carne deja en ellos es lo mejor para impedir que se oxiden, y, cuando los vuelvas a emplear, esa misma grasa hará que la carne esté jugosa por dentro”.
Instrucciones al lacayo:
* “Cuando sirvas un plato de carne, mete los dedos en la salsa, o chúpala con la lengua para ver si es buena y adecuada para la mesa de tu amo”.
Instrucciones a la criada:
* “Limpia las telarañas con una escoba sucia y mojada, pues así se pegarán mejor, y las bajarás con mayor eficacia”.